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Machote Futbolero

Categoría: 2010

 

Argumento

Tras la aparente tranquilidad de la ciudad, se esconden historias mínimas que se repiten en silencio. Así nace la historia de Ramiro. Como un fragmento sacado de cientos de otras historias tristemente repetidas. Un joven que crece en un entorno violento y marginal, en donde la falta de oportunidades es el imperativo mayor, no puede sino que enmarcar su historia y su cuerpo, en el dolor. Sin darnos cuenta, Machote Futbolero es un testimonio triste que nos cuenta la historia secreta de un pendejo de la calle, así como también, es la historia de los adolescentes marginados por las páginas del caso Spiniak.
La historia de Ramiro, es una historia mínima que nos duele, por que (sic) aún cuando teatralizada, es real. (Fuente)

 

Director Sauré, Pierre
Compañía Teatro Sub
Teatro Teatro del Puente
Manchas temáticas La posibilidad de futuro , Transgresiones del cuerpo, territorios del género, Identidades al margen
Procedimientos de escritura Discontinua, Narratividad densa, Ficción cerrada, Referencial
Autor de la ficha Coca Duarte

1. La posibilidad de futuro

Cita 1

Diego.
. . . Después de la libertadores del 91`, ser del colo era el primer paso para la felicidad. En las calles se respiraba un aire albo, un aire que desbordaba una esperanza, como decirlo, ingenua. Sin distinción alguna, todos pensaban que este pedazo de tierra que años atrás creían muerto, era fértil aún. La alegría había llegado con la promesa de que el futuro era una posibilidad cierta para todos. Y ahí estaban. Celebrando en las calles, triunfos que nunca habían tenido. Y si hay que festejar, se festeja. Los colocolinos abundan solo cuando ganan. Tal que para ese año, el fervor hizo que todos, colocolinos o no, creyeran que gran parte de su felicidad dependía de lo que pasaba en una cancha. Todos comentaban los partidos que pasaban por la tele, o los goles que hacía el popular en alguna cancha extranjera. Todos los niños jugaban a la pelota, y soñaban con ser futbolistas, y tener carreras de éxito, jugar en el extranjero, en Argentina, en Europa y ser el comentario obligado de los que saben de fútbol. Por que de alguna forma, todos creían que ser campeones del mundo era posible, por que si de algo sabían, más bien, si de algo podían presumir que sabían, era de fútbol. Éramos todos futboleros. (5)

Cita 2

Diego.
. . . Regla de oro para los pendejos de la escuela, que a esa edad, no querían otra cosa más que jugar fútbol. Correr detrás de una pelota en alguna pichanga interminable, de esas que se organizaban en la multicancha de la junta de vecinos y que duraban toda la tarde, hasta cuando ya se iba la luz del día, y entraba la noche, y la multicancha, precaria, en ese tiempo aún sin luz artificial, se transformaba de pronto en un plano sombrío y lleno de oscuridad en donde no se puede ver ni distinguir a nadie, excepto las sombras y los contornos dibujados de los pendejos futboleros. Sus pequeñas siluetas cansadas, bañadas en el sudor luminoso de la penumbra, en donde solo se siente, en donde solo se escucha el sonido de la respiración, ese sonido casi imperceptible del cuerpo en movimiento, el sonido de los cuerpos rozándose, agitados, jadeantes, trémulos, quizás demasiado cansados. (8)

Cita 3

Diego.
. . . Me habla de su tío. Un futbolista que estuvo en las inferiores de la Unión Española y que jugó un par de años por el chago morning, pero que tuvo que dejar el profesionalismo por una lesión grave que tuvo a los veintitrés o veinticuatro años. Eso le cortó la carrera para siempre. Después de eso, no corrió nunca más detrás de una pelota. Tampoco fue al estadio, ni escuchó los partidos por radio, ni los vio por la tele. Le fueron todos esos años como un luto. Y lo vivió de joven, con la energía y las ganas de vivir que solo tiene un joven.
Ramiro, en lo profundo lo admiraba y lo respetaba, por que todos hablaban de él con admiración y respeto. Fue la gran promesa de las divisiones inferiores de la Unión. Pero le cortaron las piernas, dijo. Como todas las grandes promesas, no se cumplió. Nunca jugó en primera, y cuando pudo hacerlo, una entrada fuerte le cortó un ligamento de la pierna derecha, justo en el punto penal, y en plena pre temporada. Se alejó para siempre del fútbol y sus costumbres cambiaron de manera radical. (12)

2. Transgresiones del cuerpo, territorios del género

Cita 1

Diego.
. . . Todos los hombres éramos chicos y nos veíamos más chicos con nuestras compañeras al lado. Las niñas crecen antes que los niños. Eso no lo sabíamos, porque eso es algo que se aprende de grande.
Tratando de hacer memoria, en el colegio, difícilmente aprendimos algo importante. (6)

Cita 2

Diego.
La Daniela era mucho más chica que cualquiera de mis compañeras. La más chica de todas, diría yo. Y quizás por eso le gustó al Ramiro. Demasiada inocencia y belleza en una sola mujer, que en realidad no era una mujer –o por lo menos no una mujer hecha y derecha–, más bien era una niña, una niña que desde su sala de tercero básico ya creía en el amor. Fe prematura en algo bello, quizás lo más bello del mundo, algo que te han contado que existe pero que, si es que aún no lo has visto, ni lo has tocado, ni lo has sentido, te sería difícil, absurdo más bien, pensarlo como posible, y entonces aquello en lo que la niña Daniela creía, aquello que en su imaginación se dibujaba y desdibujaba como amor, no era otra cosa que la imagen prometedora, romántica y hasta novelesca, de un príncipe azul, imagen posible, claro, pero que ciertamente distaba bastante de ser como era el Ramiro. (7)

Cita 3

Diego.
. . . Se juntaban a media tarde al lado de la catedral, dos o tres días a la semana, todos liderados por el Ramiro. Era un grupo reducido, a lo más seis o siete pendejos, para los que este tipo de encargo se había hecho costumbre hace ya poco tiempo. Era un trabajo rápido y sencillo, lo suficiente como para no ser estresante, ni mucho menos peligroso. Por el contrario, buena paga y horarios flexibles. Dos o tres horas y listo. . . . Al otro día andaban con zapatillas nuevas, o con poleras Nike o Reebook, o con audífonos gigantes, y personal estereos. Pero ninguno hablaba. Y no por que resultara humillante la pega, en esa condición ninguna pega era lo suficientemente humillante para no comentarla, sino porque se entendía que nada de lo que estaban haciendo era bueno, y que en algún momento todo se iba a saber, y todo lo que en ese momento tenían, podría desaparecer. La plata, las zapatillas y esos personal estereo se irían a la mierda, sin condición alguna. Desde luego, para hacer menos sospechosa la situación, todos tenían trabajos aparte. . . (9)

Cita 4

Diego.
. . . Es todo terrible rancio, me dice. Esos viejos son asquerosos, me dice. Andan en autos bacanes, pero ellos son asquerosos, me dice. Tienen plata y salen en la tele, y hablan bonito, y pueden hacer lo que se les da la gana, me dice.
Viejos culiaos. (13)

Cita 5

Diego.
. . . Dentro de un baño. En una pieza cualquiera de un departamento vacío. Sobre un mesón al centro mundanal, lleno de las botellas vacías que no importan, botellas vacías que apiladas demarcan el lugar preciso de la indefensión. Lugar de abuso. De vicio. De exceso y de carencia. Porque míralos, ya dopados, analgésicos, los pendejos parecen muertos, caminantes nauseabundos que andan como fantasmas, como zombies, bañados de licor amargo –ácido fermento-, terrible curados todos, pasados de ese olor fétido de mi arcada vomitiva, de ese gusto que se nos quedó impregnado, y que ahora tú que te acercas me recuerdas, y luego me llenas de tu bocanada vinagre, del tufo narcótico de tus cigarros sueltos, baratas esas mierdas que fumas. Entonces te pido, te digo, -mejor dicho, te ordeno-, así como lo haces, y como siempre lo has hecho, lléname la boca llena, chúpame ahora y déjate chupar después. Ábrete entero y moja mis manos, moja mi espalda, moja también mi pecho, mójame la cara si quieres, que riegas bien la cubierta cascada de oro que te brota, pendeja, y serena, amarilla la corriente tibia y diluida. (15)
Diego.
. . . Así, lentamente, deja que me someta a las sorpresas que me depara la geografía de tu cuerpo pequeño: Déjame escalar por tus hombros morenos como montañas, déjame caminar por tu pecho lampiño como desierto, déjame recorrer tu salado vientre amarillo, y déjame por fin, si, déjame, jugar como pendejo por tu selvático tupido genital. (16)

3. Identidades al margen

Cita 1

Diego.
. . . A veces, con los mismos cabros del grupo, se juntaban al lado de la cancha grande, bajo un par de árboles empinados a la orilla del block en el que alguno de ellos vivía. Allí, donde todos se conocen, y donde solo se camina seguro si se sabe por donde caminar. Allí, donde las murallas pintarrajeadas por barristas preanuncian la muerte rival de otros barristas. Donde las zapatillas que cuelgan huachas del cablerío entramado se exhiben como señal, como indicio de frontera. En ese tierral desértico, a veces revestido de basural clandestino, o de refugio casual de delincuentes comunes, o de estacionamiento esporádico de alguna chatarra, aparecen a cada tanto tres postes los que formando un arco te dicen que ese lugar, ese peladero inmisericorde, es (o fue alguna vez) una cancha de fútbol, y que hoy bajo ese sol de mierda que le revienta furioso a los futboleros del domingo, es el lugar perfecto para juntarse a media tarde y empinar una cerveza o fumarse un paragua. (10)

Basada lejanamente en el caso Spiniak. Hay un relato sobre un personaje extraordinario que parece intrigar al hablante: Ramiro. Lenguaje lleno de imágenes y texturas, por momentos poético. Universo evocador. Cerca del final, un giro inesperado: se revela la ocupación de Ramiro. Hay intersticios indefinidos.

 

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